Dhyana: el séptimo paso del yoga
Cuando te tumbas en Savasana después de una buena clase de yoga, tiendes a sentirte relajado, despreocupado y casi sin peso. El cuerpo está libre de tensiones, la mente está en calma y, de repente, hay más espacio dentro de ti.
Este es el lugar perfecto para continuar con la meditación, o dhyana.
¿Qué es dhyana?
Dhyana es una palabra sánscrita que significa «meditación». Se deriva de las palabras raíz, dhi, que significa «receptáculo» o «la mente», y yana, que significa «moverse» o «ir». Una palabra raíz alternativa, dhyai, significa «pensar en».
En las tradiciones hindúes derivadas de los Yoga Sutras de Patanjali, dhyana es una práctica meditativa refinada que requiere una profunda concentración mental. Este tipo de meditación sólo se emprende después de realizar ejercicios preparatorios.
Como séptimo miembro de los Ocho Miembros del Yoga de Patanjali, dhyana se basa en las prácticas de asana (postura física), pranayama (control de la respiración), pratyahara (control de los sentidos, desplazando la atención hacia el interior) y dharana (concentración).
Cuando se practica junto con dharana y el octavo miembro de samadhi (absorción), los tres juntos forman samyama, lo que da como resultado un desprendimiento total de la mente de las ataduras mundanas y una comprensión más profunda del objeto de la meditación.
En la etapa final, o jhana, de dhyana, el yogui ya no lo ve como una práctica de meditación, pues está tan plenamente inmerso en el acto meditativo que ya no puede separar el yo de él.
La práctica de dhyana
Dhyana implica la concentración y la meditación en un punto de enfoque con la intención de conocer la verdad sobre él. Esta concentración más profunda de la mente es el instrumento de autoconocimiento en el que se puede separar la ilusión de la realidad y, finalmente, alcanzar el objetivo último del yoga: el samadhi (dicha o unión con la fuente).
Según el Yoga Sutra, el propósito de la meditación es interrumpir las fluctuaciones de la actividad mental normal, como el conocimiento sensorial, la memoria y la imaginación.
Todos hemos terminado una clase de yoga y, al tumbarnos en savasana y dejarnos ir, nuestra cabeza empieza a ir y venir de un lado a otro: “uf, todo lo que tengo que hacer cuando llegue a casa”, “que no se me olvide enviar el email esta noche”, “tengo que pasar a por tomates, que no me quedan…”
Como cualquier otra rama del yoga, la meditación es un proceso sistemático en sí mismo, que requiere práctica (¡y paciencia!) para aprender. Es como domesticar a un cachorro que prefiere correr de un lado a otro en lugar de quedarse quieto. Tendrás que entrenar a tu mente para que vuelva a ti cuando se lo digas y para que se quede quieta, aunque sólo sea durante unos segundos.
La meditación para alcanzar Dhyana
La meditación es el camino hacia el estado de dhyana. A través de la atención plena unipersonal puedes llegar a la conciencia total. Dhyana es el estado de conciencia y autoconciencia.
Dharana requiere disciplina y sistema, requiere esfuerzo, mientras que dhyana es un estado especial de la mente, que llega con el tiempo como fruto del trabajo anterior que hemos realizado con nuestra práctica consistente de meditación.
El estado intermedio entre la práctica de la meditación y dhyana puede entenderse como «mirar dentro del alma». En la Meditación del Sonido Primordial, Deepak Chopra y David Simon se refieren a este estado como Atma Darshan. El Atman puede describirse como tu yo superior o alma.
En el día a día, el Atma Darshan puede ser un momento en el que entras en un estado cumbre, como cuando el tiempo vuela o cuando sientes que el tiempo se detiene. Por ejemplo, ¿alguna vez has realizado una actividad y estás tan inmerso que no te das cuenta del paso del tiempo? Estás tan concentrado en la actividad que es como si el mundo exterior no existiera (mira qué es el estado de flow). La trascendencia del tiempo es vislumbrar el alma. Una experiencia cumbre es también un momento de perfección, como ver un nacimiento o incluso una transición hacia la muerte.
Este estado de dhyana no es algo que se pueda forzar. Como todo, te llegará con mucha práctica. Lo más importante es que crees tu propio hábito de meditación. Solo con la práctica consistente de los 6 pasos anteriores, un día, dhyana se abrirá ante nosotros.
Cómo hacer meditación
Como hemos visto en Dharana, comenzamos nuestra meditación centrando la mente en un objeto concreto y practicamos la absorción en él. Puedes elegir cualquier objeto que te parezca relevante o que mejor te funcione. Tu objeto de concentración puede ser una parte del cuerpo, un chakra, una persona o un objeto como una flor o una vela.
Luego, prepárate para la parte física de la meditación, que es la base sólida. Cuando empieces, lo ideal es que acabes de hacer alguna práctica de asanas para que tu cuerpo se sienta cómodo para estar completamente quieto durante un rato.
Busca una posición cómoda, ya sea sentado o apoyado en una pared. No te obsesiones con la postura física: cualquier cosa que puedas mantener cómodamente durante mucho tiempo servirá. Asegúrate de que tienes algo de tranquilidad y de que no habrá interrupciones. Empieza con sólo 5 ó 10 minutos cada vez, hasta que te acostumbres
Pasos para meditar:
- Postura: siéntate en una postura cómoda, en un lugar tranquilo donde puedas concentrarte sin interrupciones.
- Sentir el cuerpo: empieza con un escáner corporal para conectar con tu cuerpo y sentir qué áreas están tensas. Observa cómo el cuerpo se va calmando y perdiendo rigidez.
- Respiración: Conecta con la respiración. Sigue como el aire entra y sale de tus pulmones, como pasa por la nariz, la garganta, como se mueve el diafragma. La respiración es el ancla que nos mantiene en el presente. Que tu respiración sea calmada y profunda.
- Replegar los sentidos: desconecta del exterior y aleja tu atención de lo que sucede a tu alrededor. Al desconectar de los sentidos podemos desconectar del exterior y llevar nuestra atención a nuestro mundo interior (Ver post: pratyahara).
- Calmar los pensamientos: una vez llevas la atención hacia dentro, notarás que estás rodeado de todo tipo de emociones. Observa los pensamientos que te acechan. No los reprimas, toda emoción tiene algo que contarte. Simplemente toma nota y, sin juzgar, déjalos ir.
- Conectar con el alma: Nos damos cuenta de que no necesitamos los pensamientos para sentir la realidad. Desde la quietud percibimos la realidad desnuda y serena.
- Ser uno con el todo. Aquí y ahora. Una vez nos hemos desligado de los pensamientos y juicios, nos damos cuenta que la respuesta está en el momento presente.
Mira nuestra Guía: Cómo empezar a meditar
Obstáculos que dificultan la meditación
Probablemente ya hayas aprendido por ti mismo que meditar no es una tarea sencilla. Cuando nos sentamos a meditar, cerramos los ojos y esperamos que ese momento sea relajante, placentero y sencillo. Pero lo cierto es que, sobre todo al principio, puede ser un reto.
No estamos acostumbrados a sentarnos cara a cara con nuestras emociones. Con el tiempo, aprendemos que la meditación es una buena oportunidad para conocernos mejor y para ser conscientes de todo lo que habita escondido en nuestra mente.
Cuando nos sentamos a meditar no sabemos qué obstáculos se nos van a poner delante ese día. Para que estés preparado, aquí te dejamos una lista de los obstáculos más comunes que surgen cuando meditamos.
- No hacer nada: al principio nos cuesta horrores simplemente sentarnos «sin hacer nada». Necesitamos sentirnos productivos y nos pone nerviosos estar sin hacer nada. Notarás que enseguida empiezas a sentirte inquieto y el cuerpo te pide moverse, comienzas a apretar la mandíbula, subir los hombros, recolocarte en tu asiento… Te sientes incómodo en la postura porque no quieres estar ahí. No reacciones a la incomodidad, acéptala y verás como poco a poco la mente se va calmando.
- Distracción: Aaay, si es que es sentarte a meditar y empezar a darle vueltas a todo lo que aún tienes que hacer. Una cosa es calmar el cuerpo y otra cosa es calmar la mente. Porque mira que puede llegar a ser cabezona nuestra mente… entra en bucle y no hay quien la pare. La mente es dispersa por naturaleza. Cualquier sensación o estímulo, por pequeño que sea, nos lleva a una imagen, que nos hace pensar en algo, que nos recuerda a otro algo, y así sucesivamente, sin fin. ¿Qué estrategias puedes usar para centrar la mente en el presente? La respiración es tu mejor recurso. Concéntrate en cómo el aire entra y sale de tus pulmones, cómo pasa por la nariz, por la garganta. Puedes ver más soportes para la concentración al meditar aquí.
- Aburrimiento: Al principio cuesta desconectar de la lluvia de estímulos a la que estamos acostumbrados. O puede que meditar te de sueño. «No está pasando nada» -piensas. ¿Y si te sientes aburrido porque en realidad no quieres mirar lo que hay dentro de ti? No es fácil quedarnos a solas con nosotros mismos y al principio es normal que cause ansiedad o miedo. La próxima vez que medites y te notes aburrido y con ganas de distraerte pregúntate: «¿te da miedo enfrentarte a lo que hay en tu mente? ¿Cómo te sientes? ¿Estás frustrado porque no te sale la meditación cómo esperabas? Para y cuestiona qué emociones se encuentran detrás de esa sensación de aburrimiento.
- Juicios: Desde que vamos al colegio ya nos acostumbramos a ser juzgados por los demás y lo peor es que hemos aprendido a juzgarnos a nosotros mismos. Siempre estamos midiendo nuestro rendimiento. «¿Estoy meditando cómo es debido?», «Hoy la secuencia de yoga no me ha salido tan bien como ayer.» Deja de juzgar la experiencia. En la meditación no existe ni un tiempo determinado en el que tengas que estar, ni unos pensamientos concretos a los que tengas que llegar, ni un nivel de concentración específico en el que tengas que situarte. El objetivo de la meditación no es vaciar la mente, sino mirar dentro de ella. La meditación nos lleva a profundizar en nuestra conciencia, comprender y explorar lo que hay en nuestra mente. Cuando te das cuenta de esto, entonces puedes empezar a practicar una meditación honesta. El proceso de aprendizaje y aceptación es algo que no se puede juzgar.
Conclusión
La meditación liberará el estrés del cuerpo, tu mente se sentirá más tranquila y te sentirás más a gusto en tu vida. Podemos encontrar más tranquilidad en nuestro quehacer diario reconociendo el espacio entre los acontecimientos externos y nuestra reacción a ellos.
A medida que nos escuchamos más a nosotros mismos y nos sentamos en silencio, nos hacemos más conscientes de quiénes somos en realidad. Y esto, por supuesto, es un objetivo maravilloso y hermoso.